El municipio de Pontós, en el Alt Empordà, tiene uno de los pocos vestigios que quedan de la antigua línea de telegrafía óptica que unía Madrid con la frontera francesa. Se trata de la conocida como Torre de L’Àngel (Torre del Ángel), una construcción que formaba parte del primer sistema de telecomunicaciones de alcance nacional e internacional construido por el Estado español a mediados del siglo XIX.
Era una época convulsa y el nuevo Estado liberal español necesitaba disponer de unas comunicaciones rápidas, a fin de asegurar el control sobre el territorio. El hecho de escoger Pontós para construir una de las torres de este sistema se explica por dos motivos: en primer lugar, su inmejorable situación topográfica; en segundo lugar, su situación estratégica, ya que el pueblo se encontraba situado junto a la principal ruta de comunicaciones de la zona, la carretera que unía Girona con Figueres y la frontera francesa.
El uso de la red de telegrafía óptica estaba restringido a las autoridades políticas y las militares.
El uso de la red de telegrafía óptica estaba restringido a las autoridades políticas y las militares. La llamada línea civil, se empezó a construir en 1844. El proyecto inicial preveía la construcción de un gran número de jambas, pero sólo se terminaron construyendo tres: el de Madrid a Irún, el de Madrid a Cádiz, y el de Madrid a la frontera francesa pasando por Barcelona, que entró en funcionamiento en 1850.
Siguiendo la tradición de los ingenieros militares españoles, estas torres eran auténticas fortalezas. Constaban de un bajo y dos pisos. En el último piso es donde se instalaba el aparato de telegrafía. Cuando la torre pasó a formar parte de la línea militar, en 1855, se reforzaron los sistemas defensivos y se reestructuró completamente. La línea estuvo funcionando hasta el 1862, cuando la torre fue completamente abandonada. A mediados de la década de 2000 se restauraron completamente los restos de esta torre.
A mediados de la década de 2000 se restauraron completamente los restos de esta torre.
Sobre el origen del nombre, hay dos teorías. La primera, que fuera una torre de vigilancia del castillo que en la Edad Media había en el municipio. La segunda, que haya cogido el nombre de una antigua ermita del siglo XV dedicada al Ángel Custodio y los santos Sebastián y Bernardino, que había en ese mismo punto.